El
proceso de paz sigue en pie. La crisis generada por el escalamiento del
conflicto que ha llevado a la fuerza pública a bombardear territorios y a las
Farc a contraatacar (abandonando el cese unilateral al fuego), no ha eliminado
la convicción de las partes en La Habana de ponerle punto final a esta guerra.
Este
convencimiento es fundamental si se tiene en cuenta que nuestros procesos de
paz con las Farc fracasaron, justamente por hechos similares a los presentados
las últimas semanas. Recordemos que durante el gobierno de Belisario Betancur,
la reticencia de los militares llevó al fin del proceso. Esa fue la causa de la
salida del exministro de Defensa, el general Fernando Landazábal Reyes. (Lea
también: Propuesta de
Farc sobre reclusión abre el debate)
Luego entre los años 1991 y 1992, se malograron las
negociaciones con el gobierno de Cesar Gaviria en Tlaxcala (México) y Caracas
(Venezuela). El secuestro y muerte del exministro
Argelino Durán Quintero detonó la ruptura de los diálogos. La desconfianza era
la regla entre las partes. El recuerdo del bombardeo de Casa Verde, municipio
de la Uribe (Meta), sede las negociaciones de las Farc durante los gobiernos de
Betancur y Barco, el 9 de diciembre de 1990 era punto de honor de las Farc.
En el 2002, durante el gobierno de Andrés
Pastrana, el secuestro de un avión en el que iba el senador y Presidente de la
Comisión de Paz, Jorge Eduardo Gechem Turbay que luego fue secuestrado, dio al
traste con una nueva y controvertida iniciativa de paz.
Ahora,
cuando ‘los enemigos agazapados de la paz’ como los denominó el recientemente
fallecido Otto Morales Benítez en 1983, se solazan y felicitan de ver otro
proceso de paz en desgracia, debe celebrarse que las partes no se hayan parado
de la mesa respetando el acuerdo del 26 de agosto de 2012 que plantea la
ininterrupción de las negociaciones, aún en casos como los ocurridos.
Esta perspectiva positiva no es
obstáculo para enfocarse en los desafíos del proceso de paz después de la
lamentable muerte de 53 colombianos de ambas partes- 41 guerrilleros, 11
militares y 1 policía- en los últimos días.
En primer término, debe buscarse un cese
al fuego bilateral como alternativa necesaria para desescalar el conflicto.
Esta medida es fundamental porque le hace mucho daño al proceso la muerte de
soldados y guerrilleros, sobre todo, por la dialéctica de paz que se ha logrado
consolidar. Por ahora, el retorno de las Farc al cese al fuego unilateral sería
una excelente noticia para miles de colombianos que han comenzado a desplazarse
a cabeceras municipales en las regiones donde se concentran los bombardeos y
las retaliaciones.
Un segundo aspecto, tiene que ver con lograr el acuerdo
sobre las víctimas. Las
Farc y el Gobierno han demostrado interés en cerrar este punto. El meollo de la
justicia transicional está allí. Si se puede mostrar un acuerdo en este aspecto
estaríamos ad portas de un paso histórico: el fin del conflicto.
Un
tercer desafío debe ser la puesta en marcha del proceso de desminado que se
aprobó por parte de la subcomisión técnica. Este acuerdo significa, ni más ni
menos que poner de acuerdo a quienes se han enfrentado militarmente en los
últimos 50 años: militares y guerrilleros. Acordar este punto, llevará a que
por primera vez en la historia colombiana, tanto los unos como los otros
trabajen mancomunadamente en la búsqueda de un objetivo común que es desminar
territorios de guerra. Ese es uno de los aspectos que debe incluirse en el
componente de garantías de no repetición de este odioso conflicto. El caso
exitoso del desminado conjunto en el Orejón (Antioquia) es una prueba de la
posibilidad del acuerdo.
Un cuarto desafío atañe a la justicia transicional y prospectiva. Es una realidad que las partes deben ponerse de acuerdo en adoptar la doctrina del “margen nacional de apreciación” para aplicar criterios de justicia, alejados de aspectos meramente retributivos o carcelarios. Allí estarán los elementos de la justicia transicional y prospectiva a través de la verdad, reparación, garantías de no repetición y reconocimiento de responsabilidad de las partes. Incorporar estos elementos armoniza nuestro acuerdo de paz con el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho penal internacional. En ese sentido, la Comisión de esclarecimiento o de verdad será esencial para avanzar.
Por último, debe establecerse que las salvedades y el contenido del acuerdo se someta al pueblo a través de la expedición de una ley que convoca la Asamblea Nacional Constituyente para discutir la parte orgánica de la Constitución. Esta decisión dotará al proceso de una legitimidad democrática- más de 11 millones de personas- que lo blindará de los órganos constituidos y de las intervenciones del derecho internacional.
El camino no es fácil. Sin embargo, las formulas están y las partes deberán pensar en un país que exige manifestaciones de concordia, sensatez y responsabilidad de las partes. No puede aplazarse la paz. No podemos permitirnos continuar siendo un ejemplo de la barbarie en este planeta.
Un cuarto desafío atañe a la justicia transicional y prospectiva. Es una realidad que las partes deben ponerse de acuerdo en adoptar la doctrina del “margen nacional de apreciación” para aplicar criterios de justicia, alejados de aspectos meramente retributivos o carcelarios. Allí estarán los elementos de la justicia transicional y prospectiva a través de la verdad, reparación, garantías de no repetición y reconocimiento de responsabilidad de las partes. Incorporar estos elementos armoniza nuestro acuerdo de paz con el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho penal internacional. En ese sentido, la Comisión de esclarecimiento o de verdad será esencial para avanzar.
Por último, debe establecerse que las salvedades y el contenido del acuerdo se someta al pueblo a través de la expedición de una ley que convoca la Asamblea Nacional Constituyente para discutir la parte orgánica de la Constitución. Esta decisión dotará al proceso de una legitimidad democrática- más de 11 millones de personas- que lo blindará de los órganos constituidos y de las intervenciones del derecho internacional.
El camino no es fácil. Sin embargo, las formulas están y las partes deberán pensar en un país que exige manifestaciones de concordia, sensatez y responsabilidad de las partes. No puede aplazarse la paz. No podemos permitirnos continuar siendo un ejemplo de la barbarie en este planeta.